28 ago. 2008

Crónicas


En busca de la inscripción perdida



Solo puede perderse algo que se tiene, algo que existe. Si nunca se ha tenido algo o algo jamás ha existido, no podrá considerárselo como perdido.

La elemental obviedad del razonamiento lo torna casi impublicable.
Pero sucede que esa es la gran duda que nos domina y que envuelve en la incertidumbre tanto al título de esta nota como al empeño que nos anima.
¿Existió alguna vez la inscripción que estamos buscando?

La reciente fundación de la Sociedad Tipográfica de Montevideo (STM) y la instauración del Premio Nacional de Tipografía del Uruguay 2009 “Edward Johnston” (PNTU’09) son hechos que han generado en Uruguay renovados intentos por obtener datos, huellas, pistas e informaciones que eventualmente conduzcan al hallazgo de algún documento o escrito redactado en territorio uruguayo y válido como prueba adicional del nacimiento, y de su breve estadía en nuestra tierra, de Edward Johnston, el gran calígrafo y tipógrafo de renombre mundial nacido en San José, Uruguay, el 11 de febrero de 1872.


Johnston, un ilustre desconocido

Este es un caso similar al de tantos personajes y tantas trayectorias ignoradas por sus compatriotas pero célebres en el mundo.
Este maragato (gentilicio de los nacidos en el departamento de San José, Uruguay) con nombre anglosajón, emigró junto a su familia siendo aún muy pequeño rumbo a Europa.
En Londres, muy lejos de las verdes llanuras de San José se transformó en un calígrafo y un tipógrafo de excepción.
La prueba indiscutible de ese talento fue la creación en 1916 de un tipo de letra que identifica, hasta el día de hoy, al metro de Londres. El impacto fue inmediato: la letra “Underground”, también llamada “Railwai” y posteriormente, en su versión digital, “New Johnston” se transformó en modelo de creación y le deparó a su creador un prestigio universal.
Un panorama más completo sobre la vida y obra de Edward Johnston puede encontrarse en Tipografía Montevideo.




Nacionalidad indudable

Es poca la información que por estas latitudes se maneja sobre Johnston. Es probable, además, que Johnston no hablara español y que conservara una memoria vaga e imprecisa sobre este punto geográfico donde, en suerte, le tocó nacer.
Sin embargo, en los libros que se han dedicado a mostrar su trabajo y en la Fundación que lleva su nombre, es aceptado su origen uruguayo.


“Una frutilla para la torta”

A pesar de la absoluta certeza de la “uruguayez” de Johnston podrá comprenderse que se hayan generado en Uruguay una cierta ansiedad y un cierto sueño de orgulloso nacionalismo vinculado a la posibilidad del hallazgo de algún documento uruguayo que, más que confirmar, rubrique lo que ya se sabe.


Indagaciones recientes

El uruguayo Gustavo “Maca” Wojciechowsky, diseñador gráfico y tipográfico, autor, editor y poeta, contactó hace algunos años a William Johnston (poeta también y nieto de Edward), que no tenía una idea muy clara del asunto y que afirmó que en su familia no se ocuparon mucho del tema.

Por otra parte, el diseñador gráfico y tipográfico Vicente Lamónaca contactó a Gerald Fleuss presidente de la EJF (Edward Johnston Foundation).
La respuesta fue estimulante: "que suerte tener noticias de alguien del país donde nació Johnston...".
El relacionamiento con Fleuss permite en estos momentos abordar el tema de la cesión de los derechos de impresión de obras en honor a Johnston a efectos de montar una exposición en Uruguay.
Se estableció, además, el vínculo con Ewan Clayton, profesor de diseño en la Sunderlan University y curador de una exposición en homenaje a Johnston realizada en el Reino Unido.
Se ha solicitado a Clayton la realización de los mismos trámites que a Fleuss. Y, por su intermedio, también es inminente el contacto con el nieto de Johnston.

Corresponde dar cuenta de que Vicente Lamónaca (integrante de la STM) es el coordinador de Tipografía Montevideo, desde donde se organiza el Premio Nacional de Tipografía de Uruguay 2009 “Edward Johnston” (PNTU’09) que ha sido declarado de Interés Cultural por el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay.


Investigando en Uruguay

La recientemente fundada Sociedad Tipográfica de Montevideo decidió autoimponerse como primera actividad fundacional una incursión en el paraje natal de Johnston. Allegarse a lugares quizás visitados anteriormente por otros estudiosos y rastrear allí documentos que probablemente también supieron estar en el pasado en la mira de otros investigadores.
Fue así que encaminó sus pasos a los lugares más lógicos y obvios en que esta pequeña historia se desarrolló casi al inicio del último cuarto del siglo XIX.
Y si bien las expectativas acerca de algún hallazgo eran reales, lo que imperó, en el fondo, al realizar el viaje a San José, fue el sentimiento de reverencia y admiración por el maestro y el placer por recorrer nuevamente los paisajes, sumamente transformados, que los pies de aquél transitaran en su más tierna infancia.




Una brumosa mañana

Se establecieron los contactos para acceder a las jerarquías eclesiásticas de la Catedral de San José.
En los tiempos de Johnston las iglesias funcionaban también como registros civiles aceptados oficialmente, situación que se mantuvo hasta fines del siglo XIX.
Inscripción de nacimiento era sinónimo de bautismo.
La primera posibilidad era entonces encontrar en la catedral de San José la inscripción que diera cuenta de la llegada al mundo de nuestro personaje.
Salimos hacia San José.
San José de Mayo.
Pero un 11 de julio.
En una mañana del 2008.
Una mañana brumosa y lluviosa, evocadora de la atmósfera anglo-escocesa, que generaba en nosotros la justa predisposición anímica para abordar nuestra empresa.


Conversación en la catedral

Nuestra llegada no coincidió con el horario de la encargada del registro, la señora Saída Sánchez. Esto motivó un paréntesis obligatorio en el cual se fueron desgranando comentarios y anécdotas junto a los sacerdotes que nos recibieron.
Los padres de Johnston, escoceses, de estadía breve en Uruguay, podrían haber sido adherentes a la fe anglicana y, en ese caso, jamás habrían inscripto a su hijo en una iglesia católica.
También podría haber sido inscripto con un nombre erróneo. Era muy común que los extranjeros “gringos” pronunciaran mal y eso causara confusiones y equivocaciones en las inscripciones.
Normalmente la tarea de inscribir se encargaba a los sacerdotes de edad avanzada ya que era un trabajo más descansado. Muchas veces la edad implicaba el padecimiento de problemas auditivos.
La suma de ambos factores podía terminar en la inscripción de nombres, a veces, insólitos.
La pronunciación “Yonston” podría haber llevado a que ese apellido quedara registrado en la letra “Y” en lugar de la “J”.
Finalmente comprendimos que Johnston,... nuestro Johnston,... terminó resultando, hoy en día, un personaje más conocido de lo que nosotros suponíamos, en ciertos círculos de la sociedad maragata.
Se afirmó que un destacado periodista de San José, fallecido hace pocos años, habría escrito algún artículo sobre el famoso calígrafo y tipógrafo.

Finalmente el paréntesis abierto en la catedral se cerró. La señora Saída Sánchez, encargada del registro fue terminante:
"... ya lo busqué, por aquí descártenlo porque no está"
No solo no estaba. Algunos más ya lo habían buscado.


En el diario “Primera Hora”

Gracias a los oficios de uno de los sacerdotes de la catedral pudimos acceder a los archivos del periódico sin mayores trámites ni dilaciones.
Nos ubicamos en torno a la mesa central del pequeño recinto en el que se acumulan las colecciones encuadernadas de los ejemplares del diario. Empezamos a apilar volúmenes y a hojear apresuradamente, ejemplar tras ejemplar, buscando las últimas páginas de las ediciones sabatinas en las que se suponía podría estar el mentado artículo sobre Johnston en el período 2002 al 2007.
Desafortunadamente la búsqueda fue infructuosa aunque para nada aburrida, y hasta matizada con jugosos hallazgos de temas emparentados con nuestra investigación que permitieron la toma de fotos de algunas páginas, entre ellas una que anunciaba hace pocos años una conferencia sobre tipografía en el local de la Sociedad Italiana.
Surgió entonces una nueva afirmación que agigantó nuestras dudas. El periodista en cuestión habría escrito también para algún otro diario de San José y quizás el ansiado artículo habría sido publicado en otro medio de prensa maragato.
La inseguridad y la desilusión iban ganando al grupo.
Nos retiramos de “Primera Hora” agradeciendo la gentileza de habernos recibido.




En plena calle apareció... ¡la memoria viviente de San José!


Fue así nomás. Con el sacerdote guiando nuestra marcha por las calles céntricas de San José, donde según su decir, “todo está a pocos metros de todo” nos topamos con Daniel Ramela (de espaldas en la foto), historiador e investigador, definido por el sacerdote como “la memoria viviente de San José”.
Nos habló de su interés en el tema, de su conocimiento del trabajo de Johnston, de su propia búsqueda infructuosa tiempo atrás en los registros de la catedral.
Lamentó profundamente los resultados negativos de su esfuerzo y la pérdida de la posibilidad de haber logrado prestigio mundial ante la magnitud de semejante hallazgo. “Se imaginan,... ¡un personaje como éste!”
No estábamos ante un diseñador tipográfico, o sea, ante alguien totalmente parcializado por el cariño a la tipografía.
Era un historiador, un investigador de todos los temas de San José. Una persona erudita que buscó el apellido Johnston por la “J” y por la”Y”.
Comprendimos que en ese momento y en esa esquina céntrica estaban frente a frente dos pasiones: la maragata y la tipográfica.
La llovizna había cesado y un tímido sol empezaba a iluminar a San José.
El sacerdote se despidió de nosotros.
Las obligaciones laborales que aguardaban en Montevideo a los integrantes del grupo hacían que los relojes se aceleraran. El tiempo volaba.
Pero alcanzó para que Daniel Ramela nos contara una última anécdota.

“Por aquí pasó hace tiempo un chileno de ascendencia asiática, china o japonesa, que también estuvo buscando la inscripción de Johnston en el registro. Era calígrafo. Seguramente por ese lado venía su interés. Yo vi el diario personal que ese hombre llevaba. ¡Qué letra! ¡Qué caligrafía! Pero no solo escribía letras. Imagínense su anotación para registrar en su diario un día como el de hoy. El no hubiera escrito ‘...la mañana está lluviosa...’ ¡No...! Hubiera dibujado unas nubes y unas gotas de agua cayendo. Era un artista, un poeta... Nunca más lo vimos. No sabemos donde está, a donde se fue”.

Posteriores e inmediatas indagaciones de la Sociedad Tipográfica de Montevideo en Chile indicarían que el mencionado calígrafo podría haber sido Carlos Hauyón, fallecido hace unos años, conocedor de la obra y, por descontado, estudioso del famoso libro de caligrafía de Johnston “Writing & Illuminating & Lettering” (Escritura, iluminación y rotulación), que aún es un texto básico sobre escritura formal y diseño iluminado, y que ha sido publicado en muchos países.
Sin poder asegurarlo, no es descabellado suponer que Hauyón, motivado por la admiración hacia el maestro y por el ansia de un célebre hallazgo haya sentido el deseo de encontrar la misma inscripción... ¿perdida?... que nosotros buscamos y se haya acercado a Uruguay y a San José pero que, como nosotros, haya debido marcharse sin poder cristalizar su sueño.

La claridad aumentaba en San José. Nuestra búsqueda no estaba teniendo los resultados esperados pero en ningún momento nos sentimos alejados de nuestros temas comunes.
¡Un diario personal que mezclaba la caligrafía con la pictografía y la ideografía!
Enterarnos del hecho de la existencia de esta joyita y no saber, por ahora, cómo y dónde encontrarla se convirtió en una desilusión adicional pero también en un reto de futuro.

Nos despedimos. Y allá se fue don Ramela, caminando manso, no por el peso de los años sino por el de los recuerdos, los miles o millones de recuerdos que implica el ser “la memoria viviente de San José”.




“Tour” fotográfico

Había que aprovechar las últimas pocas cuadras que faltaba recorrer.
Y los últimos minutos disponibles.
Ya que San José no nos había dado la inscripción... ¿perdida?... nos daría, por lo menos, sus imágenes. Sus fachadas, sus artísticas rejas, sus inscripciones murales, sus letras grabadas, pintadas, incrustadas,... en fin,... sus rostros tipográficos.
Y así fue.
Retornamos con una cosecha voluminosa.


Tan solo una etapa

La visita apenas sirvió para empezar a tironear de las puntas de una madeja algo enredada.
Cabos sueltos, confirmaciones a realizar, caminos sugeridos, más indagaciones, pistas insinuadas...
Solo fue el comienzo. Ya decidimos nuevos pasos a dar...


Regreso

Partimos hacia Montevideo. Divisábamos las últimas casas de San José desde la ruta enmarcada por las palmeras.
Mientras la capital maragata se alejaba y nuestros ojos descansaban sobre la verde llanura recordábamos pasajes del poético texto que sobre Johnston escribiera Gustavo “Maca” Wojciechowsky en su libro “Tipografía, poemas y polacos”...

¿Edward Johnston iba en un redomón montado? ¿se iba pa las brumas, brammmmmando? ¿dibujando letras las patas del zaino? ¿una caligrafía de puros cascos en la tierra? ¿mansa panza? ¿esta tierra?

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(cc) Sociedad Tipográfica de Montevideo 2008

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