19 oct. 2008

Crónicas


Caligrafía al vino blanco


La reciente estadía en Montevideo del uruguayo Eduardo Bacigalupo, reconocido talento del diseño gráfico, socio honorario de la Sociedad Tipográfica de Montevideo, radicado en San Pablo, Brasil, hace ya treinta y cinco años, propició un cálido reencuentro con algunos de los miembros de la STM, el viernes 3 de octubre de 2008.

Como es de suponer, la circunstancia era propicia para algo más que una simple reunión de amigos y colegas en la que se charla y se comparten algunas copas.
Decidimos que el tema protagónico del encuentro fuera la caligrafía. Pero no solo como tema de conversación sino como “show” demostrativo de las habilidades de Edu en la práctica de este arte.



La reunión comenzó con regalos.
Edu era portador de varios catálogos correspondientes a algunas de las muestras de Tipografía Brasilis, exitoso evento de diseño de tipografías que desde hace algunos años viene desarrollándose en Brasil.

Fue en ese momento, y sigue siendo hasta ahora para nosotros, un verdadero deleite la contemplación de tales ejemplares tanto por la calidad de los trabajos tipográficos que exhiben como por el despliegue de tecnología de impresión que ostentan.
Todo un halago para los sentidos de la vista y el tacto.
Los ojos y los dedos disfrutan incansablemente en su paseo por páginas con exuberancia de golpes en seco, falsos relieves, tornasolados, etc. Los ojos buscando el mejor ángulo de luz para descubrir colores, brillos y reflejos y los dedos palpando y acariciando los golpes en seco y los falsos relieves.
Envidiable prueba demostrativa de las posibilidades tecnológicas y del talento creativo de los tipógrafos y de las empresas gráficas del hermano país del norte.
Cada uno de los presentes recibió el obsequio de estos ejemplares.

Luego desfilaron recuerdos, anécdotas y comentarios de la más variada índole.
En pocos minutos más se alinearon sobre la mesa los frascos de colores al agua y se acondicionaron las plumas caligráficas, las de rotulación, los clips, los pinceles y hasta los palitos de brochettes.
Un colchón de hojas blancas y amarillas completó el escenario de trabajo.
Después de dos o tres ensayos a manera de ejercicios de “calentamiento” la mano de Edu se “soltó” definitivamente.



Fueron escritos tres y cuatro veces, en primer plano, el nombre de pila de cada uno de los asistentes y, en segundo, también el apellido, todo con aplicación de diferentes colores, procedimientos y herramientas, combinándolos y variándolos, a veces, letra a letra.

El descorche de un dulce vino blanco alemán propició la irrupción de las primeras letras góticas de triple trazo marcando un punto de alta inspiración en la velada.
Pero pronto la variedad de caligrafías empezó a fluir y las más diversas formas, trazos, rúbricas y salpicones inundaron las hojas.
Con movimientos dinámicos la mano de Edu fue generando un festival de formas, color y ritmos visuales.
En pocos minutos el piso se convirtió en una alfombra caligráfica.
Las láminas, exhibiendo vigorosos trazos con gran carga de agua y color quedaron inmóviles esperando a ser recogidas, ya secas, al día siguiente.
Entre algunas de ellas quedaron reducidas áreas de separación, como islas en el piso, sobre las cuales los pies de los asistentes intentaron improvisados y curiosos pasos de ballet que les permitieran ir recorriendo el trayecto hacia la puerta.

Fue una gratísima y cálida velada de reencuentro con un amigo y un talento nacional reconocido internacionalmente.

Un socio de HONOR de la Sociedad Tipográfica de Montevideo.






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(cc) Sociedad Tipográfica de Montevideo 2008

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